Fui toda mi vida un militante de izquierdas, de familia muy de izquierdas. Hasta que me di cuenta de algunas cosas y me volví un liberal convencido, con altas dosis de socialdemócrata. Entre esas cosas, una que descubrí es que la izquierda se empeña, enfermizamente, en complicar lo que ya es complicado hasta el infinito. Y yo siempre pensé que, sobre todo en la política, pero en todo en general, simplificar ayuda mucho a entender y a hacer progresar al mundo por el camino de la equidad y de la justicia. Primero intento hablar simple, para que todo el mundo me entienda. El feminismo nunca habla simple, se enreda en una retórica, una verborrea de términos pseudo-filosóficos que, a mi juicio, son de todo menos científicos. Y el feminismo de hoy es solo propaganda para sustentar a millones de personas que viven como auténticos burgueses y burguesas, del discurso oficial. Todo es más fácil y sencillo de lo que parece. El mundo cambia, la sociedad cambia. Pero la igualdad solo puede ser igualdad de oportunidades, de lo contrario es imposición y manipulación. Es incluso dictadura. Solo desde la libertad del individuo, y eso incluye la libertad identidad, se puede construir una sociedad más justa. El feminismo, para mí, se equivocó desde el momento en que se llamó feminismo y no se llamó igualitarismo. Puestos a soñar con una sociedad mejor, yo sueño con un mundo en que cada cual pueda vestir como quiera, trabajar en lo que quiera o sea capaz, respete a los demás siempre, y sea respetado por todos. Y todo ello no dependa, en absoluto, ni del sexo, ni tampoco del género.